Curiosidades sobre el fenómeno de polinización en islas

La polinización es el proceso que posibilita la transferencia de los granos de polen desde los sacos polínicos de las anteras hasta el estigma en las plantas angiospermas (plantas con flores, la mayoría de las plantas actuales), o hasta el micrópilo de los óvulos en las gimnospermas (plantas primitivas) (Aguado Martín et al., 2015). Una vez ocurrido este fenómeno tiene lugar la fecundación. Existen dos tipos de fecundación: 1) cleistógama, que se da en flores cerradas las cuales llevan a cabo el fenómeno de autopolinización o autogamia, y 2) casmógama, la que se origina en flores abiertas, donde tiene lugar la polinización cruzada o alogamia; o sea, el transporte de polen entre flores de individuos diferentes pertenecientes a la misma especie, favoreciendo de este modo la variabilidad genética (Aguado Martín et al., 2015). En este último tipo de fecundación las flores suelen presentar síndromes de polinización. Es decir, rasgos o características que las flores han desarrollado en respuesta a la selección natural, determinada por los distintos agentes encargados de transportar el polen. Estos rasgos pueden ser la forma, el color, el olor, la cantidad de néctar o su concentración de azúcares, etc. Los agentes transportadores de polen pueden ser de distinta naturaleza: 1) abióticos, como el viento (polinización entomófila) y el agua (polinización hidrófila), o 2) bióticos, llevado a cabo por diversos animales (zoófila). Dentro de este último grupo es importante destacar el papel de las aves (ornitófila), los reptiles (saurófila) y los insectos [polinización psicófila (lepidópteros), cantarófila (coleópteros), meliófila (dípteros), melitófila (himenópteros), etc.], como polinizadores (Aguado Martín et al., 2015). En el marco que nos ocupa, de la polinización de especies insulares, cabe destacar, que además de existir diferencias entre los polinizadores insulares respecto a sus ancestros continentales, la frecuencia de las visitas por parte de los polinizadores también es distinta (Traveset & Nogales, 2015).

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Herpetofauna de las Islas Canarias

Canarias debido a su enclave geográfico y a su origen volcánico, es un archipiélago de contrastes. Desde el nivel del mar hasta la alta montaña podemos observar como cambia la vegetación en función de la altitud y orientación, son los denominados pisos de vegetación, con una determinada flora y fauna y gran cantidad de endemismos. Sus costas, debido a la cercanía con las costas africanas, ricas en nutrientes, constituyen rutas y zonas de tránsito para gran cantidad de mamíferos marinos y aves marinas, además de ser un área de gran importancia para las aves migratorias. También, ha servido de refugio para muchas especies de animales y plantas. Por todo ello, posee una rica y variada biodiversidad. 

Entre la fauna herpetológica destaca la presencia de lacértidos (lagartos), escíncidos (lisas) y guecos (perenquenes). Todos ellos, menos una especie de perenquén, son endémicos, es decir, que de forma natural sólo se encuentran en las islas. Se localizan en todos los ecosistemas de las islas, menos en aquellos donde la vegetación es muy densa debido a que necesitan el calor del sol para el buen funcionamiento de su metabolismo. A pesar de que no son muchas especies debido al aislamiento geográfico y la difícil colonización que ello conlleva, gracias a la especiación que sufrieron en el pasado, poseen un gran valor científico, de hecho los lagartos poseen un género endémico, Gallotia
Aunque, a parte de estos, las Islas Canarias también poseen tres especies extintas de tortugas terrestres (Geochelone buchardi, Geochelone vulcanica y Geochelone sp.), dos especies del suborden de las serpientes, ambas introducidas, la serpiente real de California (Lampropeltis californiae) y la culebrilla ciega de las macetas (Ramphotyphlops braminus), y tres especies de ranas, la ranita meridional (Hyla meridionalis), la rana común (Pelophylax perezi) y la rana magrebí (Pelophylax saharica), todas ellas introducidas.

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